La ley Wert o como imponer el modelo neoliberal a través de la educación

“Todos los alumnos y alumnas tienen un sueño”. Luther King hubiera podido reconocer su mesiánicas palabras, ahora volcadas en el preámbulo de la LOMCE. Pero el significado liberador del mensaje original queda aquí vacío de contenido, al tratar de unir ese “sueño” con los conceptos más rancios del neoliberalismo: competitividad, espíritu emprendedor, ambición, empleabilidad, crecimiento económico … ¿de qué sueño se trata?

Junto a la afirmación de que su objetivo principal es conseguir la justicia social, y alcanzar una plena igualdad de oportunidades, cumpliendo con lo escrito en la constitución (“La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los derechos y libertades fundamentales”, artículo 26/2), la ley vincula esta finalidad a la preparación de los alumnos, desde los inicios del proceso escolar, como trabajadores autónomos, inculcándoles el “espíritu de empresa”: “El nivel educativo de los ciudadanos determina su capacidad de competir con éxito en el ámbito del panorama internacional y de afrontar los desafíos que se planteen en el futuro”. Poco a poco se define ese sueño, pero cada uno en su nivel. El dinero manda. “La calidad es un derecho constituyente del derecho a la educación”, pero cuando los recortes son brutales, las aulas están abarrotadas, las medidas de atención a la diversidad se suprimen, baja el número de becas, de ayudas para libros, comedor o transporte, no se cubren las bajas de profesores inferiores a dos semanas, o simplemente se reduce su número, todos los deseos de equidad entre la enseñanza pública y la concertada (recordemosque es privada, pagada con subvenciones públicas, es decir, con dinero de todos), y todas las grandes palabras sobre la admirable función social de la educación incluidas en la ley Wert, quedan en papel mojado

El informe que emitió Comisiones Obreras sobre la situación a comienzos de este curso era demoledor: Si los recursos destinados al sector educativo se han ido reduciendo paulatinamente desde 2010, “el Gobierno, en la propuesta que ha realizado al ECOFIN (órgano formado por los Ministros de Finanzas y Economía de la Unión Europea, que supervisa las políticas fiscales y presupuestarias de los países miembros), contempla reducir aún más el porcentaje del PIB dedicado a gasto público educativo. La inversión se recortaría 4.000 millones de euros más, pasando a situarse por debajo del 4% en 2015. Esto supondría volver a los niveles de inversión de 1987, un año en el que la población escolarizada y el nivel educativo tenían poco que ver con la actualidad. Este recorte, de una quinta parte de la cuantía de los fondos públicos, está siendo acompañado de un incremento similar en el gasto privado educativo, que del 0,8% del PIB se aproxima al 1%. Ambos porcentajes, el público por defecto y el privado por exceso, se alejan de la media de la UE e impiden ejercer el papel que, para alcanzarla debida igualdad de oportunidades, debe tener el derecho a la educación”.

Con este panorama, los alumnos que cursen sus estudios en la enseñanza pública verán mermadas sus posibilidades a acceder a esa “calidad” de la que la LOMCE habla, y serán las escuelas de élite privadas las encargadas de formar a los grandes empresarios con los hijos de la oligarquía. La nueva FP básica (que sustituye a los antiguos PCPI) será el filtro hacia abajo del fracaso escolar. Los hijos de las familias con menos recursos que vayan por este camino, no podrán titular en la ESO, y acabarán en una vía muerta. A esto no se le puede calificar de otro modo que de darwinismo escolar, fomentando de hecho la injusticia social y las desigualdades. A esto es a lo que, supuestamente, debe referirse la ley cuando habla de “la flexibilización de las trayectorias de forma que los estudiantes puedan elegir las más adecuadas a sus capacidades y aspiraciones”. De este modo el “sueño” se hace realidad para los ricos, y se convierte en pesadilla para los pobres.

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La preocupación por el “espíritu de empresa” ha llevado al gobierno del PP ha dejar la enseñanza de la actividad emprendedora y empresarial en manos de la banca. El Banco de España y la Comisión Nacional del Mercado de Valores han diseñado un Plan de Educación donde han dado contenido a la materia sobre educación financiera que se impartirá en el primer ciclo de la ESO, asegurando que se necesita fomentar “la importancia de ahorrar para la jubilación”, y empezar a inculcar a los adolescentes la responsabilidad de prever los riesgos que uno corre en la vida, “como la pérdida del empleo, o las enfermedades”. Bajola idea de formar ciudadanos preparados frente a posibles fraudes, o capaces de defenderse frente al mercado, se esconde el propósito de crear condiciones para abrir nuevas vías de negocio privado en sanidad o educación. Se da la terrible paradoja de que la misma banca que se ha beneficiado fraudulentamente con las preferentes o las cláusulas suelo, es ahora la encargada de “formar” sobre cuestiones financieras a los estudiantes de la ESO. ¿No es inquietante?

Por otra parte, ara apoyar este “espíritu emprendedor”, “la Ley apoya decididamente el plurilingüismo, redoblando los esfuerzos para conseguir que los estudiantes se desenvuelvan con fluidez al menos en una primera lengua extranjera, cuyo nivel de comprensión oral y lectora y de expresión oral y escrita resulta decisivo para favorecer la empleabilidad y las ambiciones profesionales”. Ha sido una prioridad para el gobierno del PP en la Comunidad de Madrid extender el “modelo bilingüe” en casi todas las escuelas e institutos de la región. Este experimento, del que Esperanza Aguirre decía sentirse orgullosa, según declaró el día en que anunció su dimisión y (falsa) retirada de la política activa, ha llevado a la creación de una doble vía para seguir los estudios de secundaria: El alumno puede integrarse en el programa bilingüe, en el que no solo hay más horas lectivas de inglés, sino también asignaturas como Historia, Biología o Educación Física, impartidas directamente en inglés, u optar por la tradicional enseñanza en castellano de esas materias. En principio es positivo desarrollar la competencia lingüística en otros idiomas, pero el precio que se está pagando por la aplicación de este modelo, claramente segregador, está siendo bastante alto: al efecto negativo en el nivel de los contenidos de las asignaturas aprendidas en inglés (todo lo que se enseña en un idioma que no se domina requiere preocuparse más por el intento de comprender esa lengua que por el contenido que se imparte), se une la concentración del fracaso escolar en los grupos no incluidos en el programa, generando guetos que pueden lastrar el proceso educativo para muchos alumnos.

La propaganda demagógica que se ha hecho con este proyecto ha logrado convertirlo en tan popular que muchas familias piensan que los beneficios del inglés impartido de esta forma, no perjudicará la marcha escolar de sus hijos. Es más, se ha convertido en un símbolo de prestigio, cuando la realidad es que nunca se ha realizado una evaluación seria sobre sus resultados. Posiblemente lleguen a tener un buen nivel de inglés, pero ¿el de los contenidos de las asignaturas impartidas de esta forma?

Esta política de desarrollo del inglés a tales niveles se une al objetivo ya destacado de una enseñanza orientada hacia el mercado. Al imponer la separación entre grupos “bilingües” y “no bilingües”, la aplicación de la política de apoyo al plurilingüismo de la LOMCE, de esta forma, acaba con el modelo de escuela inclusiva, y utilizando el inglés como excusa, impone distinguir “a la americana” entre winners (ganadores) y loosers(perdedores). ¿Es así como se pretende mejorar la comprensión lectora y la expresión escrita en nuestra lengua materna, y superar los negativos informes PISA? ¿Es así como se pretende conseguir una plena “igualdad de oportunidades”? No hay que olvidar que aprender en la lengua materna es desarrollar una forma de pensar, de concebir el mundo, y no solo una mera forma de hablar o escribir. Quizás se busque precisamente la incapacidad para lograrlo, y así no conseguir jamás una completa liberación personal. Deberíamos reflexionar sobre ello cuidadosamente. Por ahora no aprecio ningún debate al respecto.