El mal de amores
(Imagen generada con IA)
El mal de amores
Víctor Atobas
Miel
romero
rocío
tiemblo
y rocío y rocío y rocío
tiemblo y tiemblo y rocío y tiemblo
con ígneo erizo en la piel punzada
con las mil púas llamaradas de deseo;
te busco en el centelleo de la luz aún
aún amenazada
del luciernagal porvenir…
Cuando el silencio saca pecho de mi tallo
es por el acecho del afile de la hoz trágala
martillada avena
júnjuma,
pero ya basta, amor;
ya es demasiada la siega última del sorgo
la cosecha de la hastiada planta del temor;
renuncio ahora a disimular
el hecho de que me enloqueces
pues, aunque tratara
de que mi suspiro pasara desapercibido, cualquiera
que me viera durante dos segundos se daría cuenta
de que estás incluso en mis pesadillas.
Cuando las hordas de estertores alemanes
me persiguen con tanques de metálicas orugas
dotadas con antenas esvásticas
y las soldadescas masas de tánatos
entonan mortíferas baladas disparadas
hacia la prendida yesca de mi corazón;
es entonces, amor, cuando la pesadillesca imagen
cambia
y de repente
apareces asustada
a mi lado
armada con un fusil mientras las instantáneas se suceden
en una cascada de detonaciones de plomo fotográfico;
me arrancas las espinaduras del brazo
y sanas las pasaduras de mis articulaciones
me abrazas
y sostienes los canalones de la sangre en mi pulso;
los alemanes están cerca de nosotros
pero me obligas a continuar, amor,
por el dificultoso sendero de la esperanza
hasta que, de pronto,
me despierto solo
derramando las sábanas
con el charco azul del sudor frío:
imposible ya que vuelva a dormir
durante esta noche de pesadilla
en que faltas en la cama.
El mal de amores
es una enfermedad que acepto el riesgo de contraer
sabiendo que el insomnio merece la pena con creces;
si un día
trajéramos un hijo al mundo,
no querría para nada
que fuéramos una familia americana
sentada sobre el cortinaje de la cocina
a cuadros de mazorcas pétreas
de la autoridad todo normal;
querría que jamás me dejaras en paz, amor,
que siguieras siempre en mis sueños
y en mis pesadillas de guerra total;
si un día
trajéramos un hijo al mundo,
querría que fuera de la carne
y del hueso
del alma nuestra.
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