La apertura del meta–sindicato

 

Tercera parte del debate sobre el meta–sindicato del videojuego

Lee otras partes del debate:
– Parte I: Acerca del meta–sindicato del videojuego
– Parte II: Sobre el debate del meta–sindicato del videojuego
– Parte IV:Contra el algoritmo: el amor a Jasper y la necesidad de un arma meta–sindical

 

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La apertura del meta–sindicato

Víctor Atobas

 

En un primer momento propuse el concepto de meta–sindicato invitando a que pensáramos nuevas formas de organizarnos; remitiendo a lo que iba más allá de las estructuras clásicas de representación sindical, deseaba que el debate pudiera comenzar de la manera más abierta posible. Una vez que la conversación hubo comenzado, sugerí que el meta–sindicato remitía también a lo que superaba la estrecha tierra de la patria, en tanto que el mercado se había globalizado.

En esta ocasión me gustaría seguir armando el concepto; no para cerrarlo, insisto, sino para que permanezca en el seno de lo abierto. Es decir, no estoy lanzando profecías sobre el camino exacto que debemos seguir, sino tratando de aportar mi granito de arena a través de la filosofía militante, aquella que mis profesores trataron de acallar cuando propuse el concepto de urbanismo colectivo durante los debates del movimiento vecinal burgalés; se trata de la única filosofía que sirve para el combate.

Para la batalla meta–sindical, por tanto, lo más importante es el nivel de apertura conceptual; en qué medida el concepto está abierto y nos permite pensar un futuro otro. Sin embargo, durante los debates que mantenemos en Twitter diferentes desarrolladores indies, creadores de contenido y jugadores, prolongados a través de otros canales de comunicación, tengo la sensación de que la propuesta es actualmente entendida como llamamiento a formar un grupo de mercado.

Un grupo de mercado es precisamente una agrupación formada a partir de las tendencias del mercado; es decir, los miembros de dicho grupo se relacionan entre sí a partir de intereses comerciales como promocionar sus canales en Youtube o sus videojuegos. Por ejemplo: las aventuras gráficas comienzan a ponerse de moda, y de pronto se forman cientos de grupos de mercado; dichos grupos de desarrolladores y creadores de contenido proliferan por doquier durante el periodo de duración de la moda. Cuando esta es sustituida por otra tendencia y la rentabilidad del género de las aventuras gráficas se desploma, los mencionados grupos de mercado son devorados por la propia lógica mercantil que se hallaba en su origen y desaparecen sin apenas dejar rastro. Es decir, en un grupo de mercado pueden formarse amistades, pero la lógica del mercado es dominante y dificulta una auténtica sociabilidad; se trata de una agrupación diferente al grupo de amistades como el que forman Alva Majo, Guinxu, Kony, etc., en cuyo interior puede haber intereses comerciales en juego pero donde predomina la lógica de la amistad y el reconocimiento de la singularidad del otro.

Sin embargo, resulta evidente que el meta–sindicato se diferencia también del grupo de amistades, pues si queremos construir una herramienta que nos resulte útil a todos los trabajadores del videojuego y del ciberespacio debemos comprender que el modelo más cercano al meta–sindicado es precisamente la organización sindical; de ahí la insistencia en el ejemplo de las comisiones auto–gestionadas de trabajadores, antes de que estas fueran infiltradas por la lógica del Estado. Mientras que debemos insistir en la necesidad de ir más allá de los sindicatos clásicos, en estas fases iniciales del debate no podemos saber qué camino seguiremos. A este respecto me gustaría señalar que recientemente he recibido el correo electrónico de un desarrollador indie que me echa en cara que no haya planteado una propuesta concreta.

Pero me niego rotundamente a hacer una propuesta cerrada. Es el proceso el que nos irá marcando el camino que debemos tomar, qué necesidades tienen nuestros compañeros, cómo es recibido el debate meta–sindical por parte de los creadores de contenido y el resto de trabajadores de las nuevas tecnologías. Lo único que deseo ahora es responder a las interpretaciones que afirman que el debate tiene como objetivo formar un maldito grupo de mercado; me niego rotundamente, me niego porque no necesitamos grupos de mercado, ni simplemente grupos de amistades.

Lo que necesitamos son armas meta–sindicales.

 

 

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La autoridad y la historia

A lo largo del curso histórico, en distintas civilizaciones, encontramos a la autoridad pensada desde su intencionalidad (una fuerza que domina y somete), su dirección (de arriba-abajo), o su moralidad (justa-injusta), entre otras acepciones. Nosotros definimos la autoridad como las relaciones, flujos y formaciones políticas de los procesos histórico-culturales; la autoridad compuesta por la materia y las prácticas empíricas de la dominación, desplegada durante momentos históricos determinados, como requisito para la perpetuación del modo productivo, realizada en el dominio de la naturaleza y de los seres humanos a través de la razón instrumental, así como en la psicología del sujeto fragmentado y sometido, aislado y deprimido quien, aun compartiendo intereses con el resto, no puede enfrentar la irracionalidad de sociedades cada vez más abundantes, y al mismo tiempo desiguales e injustas. El individuo, construido como sujeto a través del desarrollo de los Aparatos Ideológicos del Estado, no podrá liberarse pese a la lucha por los grados de autonomía personal.

La libertad interior designa el espacio privado en el cual el hombre puede convertirse a sí mismo y seguir siendo él mismo (1). El hombre se libera de su situación de estar sometido por la finalidad del todo, aprendiendo a crear la finalidad, a organizar una totalidad con fines que él juzga y aprecia (2). El hombre y la mujer superan la servidumbre organizando la libertad (como finalidad), habiendo superado el reino de la necesidad, creando contextos libres de elección y actuación. Foucault pensó a la autoridad como el poder político que, desde los dispositivos de control social, se introducía en los cuerpos a través de conceptos como “biopoder”, que guardan una estrecha relación con la evolución histórica de la autoridad. El filósofo francés se interesó también por la historia de la sexualidad y de la locura, comprometiéndose con los excluidos de las sociedades totalitarias de Occidente.

Bajo el gobierno de una totalidad represiva, la libertad se puede convertir en un poderoso instrumento de dominación. La amplitud de la selección abierta a un individuo no es factor decisivo para determinar el grado de libertad humana, pero sí lo es lo que se puede escoger y lo que es escogido por el individuo (3). Con el cierre político y epistemológico de las sociedades Occidentales; la autoridad se instala en la razón instrumental, reduciendo al hombre y a la mujer al estado de cosa, a mero instrumento de la dominación, que persigue la perpetuación del modo de producción sobre el que emerge la estratificación de las sociedades. René Dumont escribió: la esclavitud está determinada […] no por la obediencia, ni por la rudeza en el trabajo, sino en el status de instrumento y la reducción del hombre al estado de cosa. Aquí se detecta la convergencia histórica entre los conceptos de esclavitud y autoridad, teniendo presente que las dinámicas y las luchas sociales desproveyeron a la  esclavitud de su forma contractual, en la que el amo garantizaba la supervivencia del esclavo. Pero aunque no exista un contrato de esclavitud como tal, la sociedad autoritaria como la totalidad que puede matar, condenar, desahuciar, administrar la violencia y a los propios sujetos, a través de los dispositivos de control, vigilancia y biopoder, reduce al hombre y a la mujer al estado de cosa sujetada, incapaz de realizarse en sus intereses comunes.

Dichos intereses comunes, entendidos desde la racionalidad que no ha sido desprovista de la ética, supondrían para la mayoría social el desprendimiento de la razón instrumental y técnica sobre la que sustenta la dominación. La abundancia alcanzada en el curso histórico, refiriéndonos a las sociedades Occidentales, haría innecesaria la lucha por la realización de las necesidades y por la supervivencia. Las tendencias del capitalismo en Occidente, tales como la desindustrialización, el control de las comunicaciones, las altas tasas de desempleo, o el incremento de las rentas del capital frente a las del trabajo, se encontraron previamente con la filosofía de Weber, encargado de eliminar los juicios morales de la ciencia y del análisis social, de modo que no se pudiera juzgar a una situación como injusta. Weber estaba entusiasmado con el papel de su filosofía, y creía que se encaminaba hacia el fin histórico de la clase burguesa; que él entendía como la industrialización. Cabría preguntarse: ¿Qué hay más racional para la clase proletaria, en la que incluiríamos ya otros sujetos históricos como el precariado, la mujer oprimida por el patriarcado, o los y las ecologistas que luchan contra la barbarie y la destrucción, qué la denuncia de la injustica y la superación del reino de la necesidad?

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La autoridad ha experimentado distintas tendencias históricas: desde la autoridad moralizante, punitiva en grado máximo, de las religiones normativas que sujetaban al Tercer Estado durante el Medievo, hasta el caudillismo burgués propio de las revoluciones liberales como la Revolución Francesa o el levantamiento de las ciudades italianas en el siglo XVII, pasando por el fascismo  de Franco y Mussolini,  el nazismo de Hitler o el estalinismo, hasta las sociedades totalitarias de Occidente, donde todo cambio cualitativo ha quedado anulado no sólo por el cierre político y epistemológico de las sociedades, en las que todo parece cambiar para permanecer igual, desapareciendo la distinción entre vida pública y privada.

Las tendencias de la autoridad pueden detectarse a través del análisis de las regularidades históricas, de aspectos que cambian respecto al conflicto social y sus expresiones materiales que, gracias a las investigaciones antropológicas del pasado siglo XX, incluyen a la cultura y los signos lingüísticos. Si nos referimos al plano micro-analítico, entonces la regularidad histórica de la autoridad se encuentra en los problemas psíquicos y la evolución de las enfermedades mentales, puesto que la formación de personalidad sigue cursos dialécticos; la tesis (Yo) enfrentada a la antítesis (Ello), ante las exigencias de la realidad social denominadas como el “principio de la realidad”, dominado y subyugado a los flujos y las formas de la autoridad política, que destierra a Eros ante la necesidad de sublimar las energías hacia el trabajo penoso o el ocio enajenado. La represión psíquica supone la materialidad concreta de la autoridad sobre el sujeto;  las inhibiciones y cohibiciones, alineamientos, la pérdida de autonomía, la presión psíquica y la depresión causada por los chantajes emocionales, las coacciones y la pérdida del tiempo libre, constituyen sólo algunos ejemplos de cómo la autoridad política se canaliza a través de la mundanidad del sujeto, y esta “historia de la autoridad” ya fue sistematizada por la filosofía de Foucault, que mostró la transformación histórica de los dispositivos por los que fluye la autoridad según las exigencias materiales de la dominación. Vigilar y castigar (1975) muestra la tendencia totalizadora de la autoridad, habiendo conseguido administrar a los individuos, aislados en cajas de zapatos, y predecir sus movimientos, cosificándolos mediante el instrumental autoritario; el panóptico.

 En la relación objeto-sujeto, la autoridad parece pasar por encima del objeto, habiendo desplazado los términos de la discusión bajo la pre-condición de que la autoridad “es autoritaria” porque supone una relación política entre poderes asimétricos. El poder impone los términos; no dirigiéndose al individuo, su discurso se construye hacia y a partir del sujeto, que cuenta con la identidad y la sujeción a aparatos normativos y punitivos casi desde el momento de su nacimiento.

NOTAS:

  1. Marcuse, H . El hombre unidimensional (1964)
  2. Ibíd.
  3. Ibíd.