Un sueño que en mí repite

Un sueño que en mí repite

 

Víctor Atobas

 

Hay un sueño que en mí repite
el brillo irrepetible de los silvestres
molinos con giros de arpaveletas;
sueño y acaricio caliente muselina,
estoy soñando en la mancha mora
de un quijote fruto de una castilla
sin castillo káiser.

Hay un sueño que en mí repite
el sabor de la bebida dátil
y pura pasta dulce que desala
la cámara de pesares del ser en-sí
–el sabor de la bebida que nunca bebí.

Los dátiles de la mora
se deshacen en mi boca
como las palabras más golosas
y no quiero despertar…

No quiero despertar
de este sueño que en mí repite
el tiempo que nunca transcurrió
sobre la línea de un color por inventar
con la paleta del carey
y la arena del canto
de la isla.

No quiero despertar
de este sueño que en mí repite
el jardín de las delicias
de jóvenes enekos
aún en flor de mos
y busco su abrazo bajo muérdago de luna;
más allá del zunco y del beso al sorgo,
más allá del falo campo del compite,
busco su abrazo bajo muérdago de luna
y el puente en que inyectar nuestros mares
vinculando la libre diferencia de cada una de las olas;
busco su abrazo bajo muérdago de luna
y lo encuentro en este sueño
del que no quiero despertar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Pescadores de sueños

Pescadores de sueños

 

Víctor Atobas

 

Quisiera
oh, quisiera
vivir siempre
en las límpidas aguas
de Ninguna Parte
y tener por vecino a William Morris;
ver con sus ojos de Moro
el agua fluyendo
por el verde fresco
siempre-por-pintar
de nuevo sin anzuelos de dorados reyezuelos
ni empastados rostros blancos
que absorban la visión.

Quisiera
oh, quisiera
vivir siempre
en las límpidas aguas
de Ninguna Parte.

 

 

 

 

 

 

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Campo de sueños

Vuelven a ser invisibles los sueños que me han traído hasta aquí. Tras soportar el estrés de un trabajo exigente y una ciudad desalmada, decido volver al pueblo. Paseando en bicicleta por sus armoniosos campos, como cuando era niña, me detuve repentinamente al volver a verlo. Su sombrero de paja, camisa de cuadros y robusta presencia me impresionaban igual que lo hacían antes. Me senté a su lado y volví a escribir en su compañía, inspirada, exactamente igual que en el pasado. Aquel viejo espantapájaros me ha ayudado a reencontrarme y decidir convertirme nuevamente en arquitecta, pero esta vez…de sueños.




Evacuación

-Las posibilidades de desbordamiento han provocado que toda la zona norte se encuentre en alerta roja. Los pantanos se encuentran al límite de su capacidad. Los habitantes de las zonas en peligro deberán abandonar sus residencias obligatoriamente. Dispositivos militares están siendo desplegados para efectuar las evacuaciones…

Dejé de escuchar el televisor mientras me acercaba a la ventana. Observé a dos pájaros disputándose algo que no llegaba a distinguir, lanzándose agresivos picotazos y graznando tan fuerte que los oía por encima de la voz del televisor. Me quedé un buen rato mirándolos; ninguno conseguía ganar, aunque ambos tenían ya heridas abiertas que sangraban levemente. Comencé a sentir entonces un fuerte dolor en la cabeza, me llevé las manos a las sienes e intenté aliviar el dolor presionándolas con los dedos.

…los expertos hablan de catástrofe total. Las perdidas materiales ya se calculan en torno al 80%, mientras que las humanas podrían llegar al 90% en las zonas donde las evacuaciones sean más difíciles. El presidente ha declarado…

¿Qué me había recetado el doctor para esto? “Tendrás que tomarte estas cinco pastillas tres veces al día” Pero por alguna razón no podía recordar dónde estaban esas pastillas. De hecho no tenía ningún recuerdo de haber tomado ninguna pastilla, ni siquiera recordaba haberlas comprado. ¿Qué más me dijo el doctor? “Te sacaremos eso de ahí, no te preocupes” ¿A qué se refería? ¿Sacarme qué?

-…hemos desplegado todos los dispositivos disponibles, pero necesitamos que todos los ciudadanos sigan estrictamente nuestras indicaciones. Podemos hacer de ésta una catástrofe menos grave, pero necesitamos que sigan al pie de la letra las órdenes de los militares que se están encargando de la organización de las evacuaciones…

El dolor se volvía cada vez más fuerte, tenía que hacer algo para pararlo. Me senté en una silla cercana y cerré los ojos. Apareció en ese momento una imagen clara en mi mente; pude ver aquello que estaba dentro de mi cabeza. Era una especie de bola dura incandescente que cada vez se hacía más grande, y que gradualmente iba poniéndose más caliente. Vi con claridad cómo esa bola me estaba quemando los sesos, cómo toda la masa viscosa que estaba alrededor de la bola y que se encontraba en contacto con ella se tornaba de color negro.

-…tenemos hoy con nosotros a varios expertos en catástrofes que nos podrán explicar cuales serán las consecuencias de las inundaciones. También nos acompaña hoy un representante religioso, y les adelanto que asegura que esto es un castigo divino.

Las piernas me temblaban pero me levanté y me acerqué a la mesa de té, donde había dejado un cuenco y una cuchara después de comer. Agarré la cuchara y me senté en el sofá enfrente de la televisión. Moví mi brazo por encima de mis hombros mientras giraba la muñeca para colocar la cabeza de la cuchara tocando la tapa de mis sesos. Con suavidad introduje la punta de la cuchara en mi cabeza; ésta se había ablandado tanto (por el calor, supuse) que tuve la sensación de estar atravesando un bol de gelatina. No me costó mucho encontrar la bola, ya que había aumentado considerablemente de tamaño; la recogí y la saqué de allí.

-…sinceramente, creo que lo merecemos. Hemos desafiado a dios en innumerables ocasiones.¿Que harían ustedes si su hijo rompiera y estropeara todo lo que usted le ha dado con cariño? Le castigarían, ¿no es así?…

Coloqué la bola en el cuenco, tenía el tamaño de una manzana y estaba tan caliente que humeaba, incluso la cuchara se había doblado a causa del calor que emitía. Estaba cubierta por una sustancia negra, probablemente mis sesos. Pero me sentía mucho mejor, el dolor había desaparecido y ahora solo tenía una sensación rara en la cabeza. Supuse que era una consecuencia normal de andarse con una cuchara en el cerebro. Me volví a levantar, ya no me temblaban las piernas y sonreí. Miré a través de la ventana los árboles del parque, que se habían secado, ya que últimamente había hecho mucho calor. Mis ojos se fijaron en el lugar donde antes habían estado los pájaros peleando. Una mueca vino a mi boca cuando me di cuenta de que ya solo quedaba uno en pie, disfrutando de su premio. Sus ojos se volvieron hacía mi, y supe que sonreía.