Grecia en la trampa de la UE

El Estado-nación ha sido superado como forma de organizar el capitalismo, en el sentido de que los poderes transnacionales y los mercados financieros se han dotado de estructuras de poder que han vaciado el modelo de democracias liberales, surgidas tras la II Guerra Mundial y, en Europa del Sur en concreto, después de las dictaduras militares y de caracteres fascistas en Portugal, Grecia, Italia y España. Y el euro es el mecanismo de control social que vino a apuntalar el dominio de la estrategia neoliberal, comanda por Estados Unidos ya durante la fase de reconstrucción tras la guerra, y que ha ido acompañado de una serie de tratados que pusieran la soberanía en un proyecto inacabado, lleno de contradicciones, en el que siempre prevalecen los intereses expansivos del capital y su núcleo hegemónico organizado en torno a Berlín, que es un gigante económico en Europa pero que, al lado de los americanos, empequeñece mucho. Las personas no importan, el capital ha rendido de media un 5% durante el siglo XX, y se utilizarán formas como la acumulación por desposesión para lograr que vuelva a ser así; llevarse Grecia a precio de saldo, rampante saqueo.

Lo países ocupantes de la periferia respecto a Alemania y sus bancos, como hemos visto en Atenas, se han convertido en simples protectorados sin política económica, fiscal, social y de ningún tipo. Una nueva época del colonialismo económico se expande gracias a la UE, que como recuerda Xabier Arrizabalo en los debates de Fort Apache, es una estructura que fue construida para que los intereses de Alemania respecto a la moneda única y el reparto del modelo de trabajo, acabaran por imponerse siempre. Pues la UE parece un club del que no se puede salir, como dice Xabier, pero del que te pueden expulsar si no aceptas los memorándums de la miseria, la desigualdad y la injusticia social. Ya avisaba este profesor de la Complutense de que el balance de la socialdemocracia, de intentar reformar la UE o el BCE, se iba a encontrar con el chantaje una y otra vez.

Con la dimisión de Alexis Tsipras, asistimos a un debate sobre la estrategia y la táctica de un partido de izquierdas que consiguió romper el sistema de partidos griegos y engullir a la socialdemocracia del PASOK. Pasó de un programa radical de izquierdas, incluida la salida de la UE y el impago de la deuda, a un ideario socialdemócrata que partía de la premisa de que Grecia debía seguir permaneciendo en el euro. Tiempo después los politólogos vuelven a acordarse de esa ley de hierro de Michels; el liderazgo, al menos el excesivo, acaba con la democracia en una suerte de re-creación de oligarquías y burocracias en los partidos, iniciada en Syriza con su transformación en un partido político sin facciones legalizadas, que trata de librarse los activistas críticos con la línea oficial y constituir una dirección centralizada, mediática y antidemocrática. Tsipras ha convocado elecciones para librarse de la Plataforma de Izquierdas (DEA), que votó en contra del tercer y lesivo rescate a Grecia, y así poder implementar sin problema todas las privatizaciones y recortes que le ha impuesto la propia dinámica de la estructura de la UE. Pero si Syriza y la izquierda griega demuestran que no son capaces de hacer política de otra forma, de entregarle la soberanía a su pueblo, entonces la alternativa que quedaría serán los neonazis de Amanecer Dorado, al igual que en Francia a falta de un referente de izquierdas, podría ganar la extrema derecha de Le Pen y regresar los antiguos escenarios de confrontación armada y fascismo en Europa.

Se mueven las fichas. Pero la realidad de las calles en Grecia es muy distinta a la de sus instituciones, aunque de por sí el empuje popular de las movilizaciones no puede alumbrar una nueva Atenas si acaso no encuentran un mecanismo de auto-gestión desde abajo que construya una nueva forma de producir, de repartir y de participar de las decisiones en condiciones de igualdad. Durante los últimos años, jalonados con más de una veintena de huelgas generales y movilizaciones de masas, hemos visto como la ocupación de fábricas y hospitales permitía la auto-gestión del trabajo por los y las trabajadoras en Grecia.

Pero sin salir de la UE, y del euro, que es la forma por la que el neoliberalismo se impuso en Europa, sin acabar con el modelo de democracia liberal que ha cooptado a la cúpula dirigente de Syriza para que ocupe el lugar del PASOK, parece que la estrategia está abocada al fracaso. Desde algunos sectores de Podemos se aduce que no puede salirse de la UE sin un gran costo electoral, y que el objetivo es ganar las instituciones para desde allí reformar Europa. Pero esa historia ya nos suena que la contaron en Grecia. ¿Verdad?




Oxi, Oxi, Oxi. La democracia frente a la dictadura de la deuda

El pueblo griego ha votado NO, y la Eurozona se tambalea mientras Atenas arde en un júbilo numantino. El Imperio no había parado de amenazar al pueblo griego, como hicieron con los escoceses cuando votaron su independencia de Gran Bretaña. Los medios de comunicación presionaron y manipularon hasta la extenuación (el Financial Times anunciaba en la víspera del referéndum que en caso de ganar el “no”, se producirían recapitalizaciones internas y se recortarían un 30% todos los depósitos de más de 9000 €, una información que acompañaban con imágenes de pensionistas llorando a las puertas de los bancos) en un intento de intimidar a la población para que votara “si”. Todas las instituciones europeas, con el Banco Central a la cabeza, arremetieron contra la “afrenta” de Syriza. Se retiró la liquidez al país, en un acto ilegal que obligó al cierre de los bancos griegos, y provocó un “corralito” que aún dura. Pues bien, a pesar de todo, el pueblo griego ha votado NO. Y Yanis Varoufakis, el ya ex ministro de Economía, ha aprovechado el momento para dimitir. Como en los mejores westerns, en los que el héroe llega al pueblo, acaba con los malos, y se larga, Varoufakis se ha comportado como tal. Llega a Grecia, se enfrenta a la Unión Europea, acaba con la Troika, pone en su sitio a Alemania y al BCE, y se larga en su moto al atardecer como en Rumble Fish.

Varoufakis acusó a los acreedores de terrorismo: “Lo que están haciendo con Grecia tiene un nombre: terrorismo… Lo que quieren Bruselas y la Troika es que gane el “si” para humillar a los griegos. ¿Por qué nos han obligado a cerrar los bancos? Para sembrar el miedo en la gente. Y a sembrar el miedo se le llama “terrorismo”. Justo antes del referéndum, Varoufakis lanzó estas declaraciones, publicadas en El Mundo, que parecían dirigirse directamente a Podemos y a otros grupos políticos alternativos europeos, para hacer correr la idea de que los opresores, como la Troika o el FMI, son terroristas financieros, y de que sus políticas han creado un cáncer socio-económico que ha degenerado en metástasis incurable. Ahora sólo hay que esperar que la nueva izquierda europea, y los pueblos víctimas de esas políticas, tomen como ejemplo a Grecia, y rechacen la austeridad. No tenemos por qué aceptar los recortes sociales como si fuéramos esclavos. En el diseño del nuevo orden mundial, los dueños del capitalismo financiero quieren crear las condiciones para que la democracia sea anulada, en un intento de regreso al Antiguo Régimen. En este caso, el derecho divino de los reyes es sustituido por el de la deuda. Ahora, en la oligarquía financiera, existe el concepto de que la deuda es infalible. En esta nueva reorganización financiera, los ciudadanos solo adquieren importancia de acuerdo con su nivel de capital, de tal modo que incluso su derecho al voto queda “deslegitimado” ante su dependencia económica. Las oligarquías se adueñan de todos los recursos, mientras los que están por debajo en la escala social ven reducido su capital y sus derechos. Ante esto, los griegos han votado NO.

Por supuesto, Alemania no ha reaccionado bien, como demuestran las declaraciones del ministro Schäuble, dispuesto a expulsar a Grecia de la Eurozona, algo que se supone va en contra de lo dispuesto en los tratados de la Unión. Asistimos a una verdadera guerra político-financiera en la que el corte de la liquidez por parte del BCE es un primer paso. Recordemos que a los bancos de Bulgaria, que no pertenece a la unión monetaria, se les ha seguido prestando dinero ante un posible “contagio” griego, y que, tal y como he escuchado recientemente a algún economista liberal, lo que se pretende es “dar una lección a los populismos”. Imaginemos que, mientras ocurre esto con Grecia, las negociaciones con Irán fracasan, y sus activos son bloqueados y las sanciones ampliadas. Esta guerra financiera va más allá de la Unión Europea. Está en juego la existencia misma de la soberanía del Estado-nación, en una dura pugna contra los intereses de las grandes corporaciones que ya dominan a las élites políticas en Occidente, y que pretenden “atar cabos” para su dominio planetario, asegurando los puntos estratégicos cruciales para aislar a Rusia. En el nuevo tablero de ajedrez de la geopolítica mundial, Grecia es un eslabón importante. Por eso Obama está preocupado. La presencia de Tsipras en el Foro Económico de San Petersburgo de hace unas semanas, donde firmó con Putin el acuerdo de construcción de un gasoducto crucial para los intereses rusos, ha disparado todas las alarmas tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos. Por ello, la presión contra el gobierno griego se intensifica, puesto que puede alterar los planes políticos de la oligarquía financiera, que no puede permitir un cambio de orientación de Grecia que supusiera un acercamiento a Rusia. Las bases norteamericanas en suelo griego son importantísimas para controlar Oriente Medio.

Pienso que toda esta crisis es un eco de la Segunda Guerra Mundial. El proyecto del euro no fue sino una máscara con la que ocultar los problemas financieros de la reunificación alemana, y lo que está sucediendo ahora es la consecuencia de ello: Alemania ha decidido que como es la mayor potencia económica de la Eurozona, se ve con derecho a imponer a Grecia un ultimátum. Y esta actitud se ve condicionada por un problema interno importante: su pirámide demográfica está tremendamente envejecida. Ahora mismo Alemania es un país de rentistas. Su población, envejece progresivamente, y disminuye cada año. Además, no parece soportar la presencia de más emigración, así que para sostener el nivel de sus pensiones no tiene otra opción que ir colocando sus capitales en otras naciones para obtener los necesarios intereses que le permitan mantener su nivel de vida. De ahí su obsesión por que los griegos paguen. Porque si no lo hicieran, ya que la mayor parte de su deuda es alemana, el efecto contagio podría extenderse, y todo este tinglado montado para financiar el sistema de pensiones alemán se derrumbaría. Pero claro, esto no lo van a admitir abiertamente. El gobierno alemán ha transferido la acción punitiva al BCE, que ha pasado a ser un interlocutor político a favor del acreedor. Por eso Varoufakis considera a Alemania un “terrorista financiero” y que el BCE utiliza el dinero como si fuera un batallón de artillería en plena ofensiva para eliminar al enemigo. El proyecto del euro se creó supuestamente para construir un bloque de comercio fuerte que pudiera competir con el del dólar, y no para entregarle a Alemania el poder para lanzar bombas de deuda sobre los países más pobres de la Unión Europea, y destruirles. Por eso Grecia ha votado “NO”. La estrategia de Syriza se ha comprobado impecable. El rechazo a la austeridad de los griegos ha supuesto un golpe bastante importante para el BCE y los economistas tradicionales que apoyan sus ideas, aunque ahora traten de hacernos ver que pueden obviar el resultado del referéndum, e imponer condiciones incluso más severas que antes. Sin duda, eso ya no es posible. Habrá una reestructuración de la deuda, y se planteará un nuevo marco de negociación. El pueblo griego ha perdido el miedo porque ha entendido que su enemigo tiene mucho más que perder. ¿De que lado está el miedo ahora?




Derrota a Grecia: ¿“Ni de derechas ni de izquierdas”?

Momento es de apartar las simplezas ideológicas propias de alumnos de primero de Políticas que mediante sofisticados vericuetos llegan a viejas formulaciones que por desgracia mamamos en aquella asignatura que el franquismo bautizó como “Formación del Espíritu Nacional”. Mejor, ya basta.

La derrota del pueblo griego, alegremente anunciada el 9 de julio por los medios de comunicación es clara: Grecia bajará las pensiones, renuncia a la quita de la deuda y “espera” un rescate por valor de 50.000 millones de euros.

No vamos a escarbar en los detalles, bastantes vergüenzas hay que tapar después de los trajines negociadores, las astucias de las supuestas de Syriza y las ilusiones de sus estelas amigas en Europa sobre la nueva vía y las inteligentes piruetas dialécticas de sus dirigentes, traducidas en miserable solidaridad durante la ultima convocatoria internacional.

La Derecha existe, ha impuesto las directrices de la troika a una población tan combativa como exhausta y de poco vale ocultarlo. Lo que es más confuso es la entidad del otro polo: La Izquierda, ¿existe la Izquierda? ¿Qué izquierda existe?

En nuestro país es momento de dejar de tomar deseos por realidades, de abandonar las transfusiones a conceptos caducos y dejar de alimentar espejismos.

Aquí la derecha se llama PP y Ciudadanos, además de UPyD y los partidos nacionalistas de arriba y debajo de la geografía. El PSOE es un partido social liberal para el que su antigua inserción en la izquierda es un mal sueño, un partido de centro derecha al que sobra la S y la O en su acrónimo.

De Podemos nos molesta al día de hoy todo o casi todo. Cabalgó la ola de descontento, la desafección y la movilización, para vender ilusiones con su famosa “máquina electoral”. Una máquina electoral que, como han demostrado las múltiples candidaturas municipalistas, tiene competencia en los cuatro puntos cardinales. Su líder y aparato hacen surf sobre la ola de nuevas radicalizaciones pero ofrecen bien poco: resultados “sorprendentes” en las Europeas pero al cabo de un año, escasas iniciativas competentes de sus europarlamentarios (sus iniciativas son solo verbales…en línea con otras tradiciones conocidas). Tampoco lucen sus concejalxs de “nuevo tipo” (esperamos sus balances a los 100 días). En cuanto a la presencia de su militancia en las calles, no ha ido más lejos de la aportada por gentes disfrazadas mientras, en provincias, las asambleas se vacían aunque los Consejos Ciudadanos estén al completo.

Y ahora, la derrota de Syriza será obligado endosarla en el proyecto político. Al menos tanto como la eufórica foto conjunta en el día de la victoria electoral en Atenas.

¿Qué permanencia van a tener tras el verano los clichés al uso por Podemos? “Ni derecha ni izquierda: centralidad del tablero”, “no a la sopa de letras”, “participación máxima”, “revolución democrática” (escrita con o sin mayúsculas). Poca.

Solo la ilusión ciudadana, la misma que también alimentó al felipismo, mantendrá por inercia a los amplios sectores despolitizados del electorado “podemista”…y en nuestro país el electorado despolitizado es inmensa mayoría.

En definitiva, algunos y algunas comprobarán aquello de que “no existen atajos” y en consecuencia, que es menos malo caerse desde un primer piso que desde un décimo.

Lo peor es tanta mudanza y tanto transfuguismo político sin bases sociales sólidas…claro que cuando las bases sociales son sólidas devienen en peligrosas porque ¿cómo en esos casos practicar despóticas políticas de ordeno y mando?

Lo peor es el blanqueo apresurado de filosofías políticas valiosas sin integrarlas ni tampoco superarlas…hasta hacerlas irreconocibles e inoperantes.

Sí, hay cosas que aprender de la derrota de Grecia y el castillo de naipes construído por Syriza… y quizá la esencial frente a tantas ilusiones institucionalistas sea la vieja máxima de un tal Marx –un pensador muy antiguo, que ya no se estudia ni en las universidades- y es aquella de que “el arma de la crítica no podrá reemplazar a la crítica por las armas” o en más suave diríamos que la fuerza de la razón no puede sustituir a la razón de la fuerza.

(Así es la lucha de clases).




Grecia. Gana la dignidad

Desde Grecia nos hacen llegar una valoración sobre el referéndum.

Tras la victoria del “No” en el referendo celebrado en Grecia este domingo para que el pueblo decidiera si aceptaba o rechazaba el acuerdo de la Troika, expertos aseguran que gana la dignidad y la reivindicación. Para el analista Basem Tajeldine, los griegos se enfrentarían a varias alternativas: la primera es la propuesta del Primer Ministro, Alexis Tsipras, de presionar a la Troika para que haga una rebaja del 30 por ciento de la deuda, además, de un período de gracia de 20 años. Sumado a eso, también se podrían incrementar los impuestos a las clases pudientes y no a la clase obrera. La ilegítima deuda helena La otra alternativa que se ha venido manejando y quizá la más viable es la salida de Grecia de la zona euro, que significaría el rescate de su propia moneda nacional (Dracma), su soberanía monetaria y financiera, así como el inicio de su acercamiento hacia Rusia y China, países que podrían brindarle ayuda económica.

No es posible predecir exactamente qué sucederá en Grecia: «¿La salida de Grecia de la UE, la adopción de determinadas decisiones en el Consejo Europeo, u otras acciones de este tipo? Lo que pasa es que estos procedimientos no existen realmente». Otro posible escenario es que Grecia entre en ‘default’ ante el Banco Central Europeo (BCE) si este decide congelar los fondos de emergencia para los bancos griegos. El Primer Ministro, Alexis Tsipras, posiblemente reanude las negociaciones con los acreedores, pero difícilmente los altos cargos europeos aceptarán acordar un nuevo “plan de rescate”.




Podemos, Syriza y la ventana de oportunidades

Que no es un problema ya de protestar, que ya no queremos protestar, queremos salir a la calle a defender un gobierno decente, y en un año lo podemos tener.

 PABLO IGLESIAS 17/1/2015

Fuente (minuto 1:17)

Los aparatos del Estado y el sistema de partidos

Si ha cundido la sensación de que el proyecto de Podemos ha envejecido en los últimos meses como si hubiera transcurrido mucho más tiempo, podría deberse a que la “nueva política” se tratara más bien una operación mediática y propagandística, puesto que las formas políticas de Podemos representan las de un partido centralizado y jerárquico que se ha introducido en el sistema político español siguiendo con la creación de estructuras tradiciones y con ciertas carencias democráticas, como el liderazgo personalista y la pérdida de poder de los círculos. Esta nueva entrada en el arco, ha venido acompañada de distintas repercusiones, y las bases de Podemos se han lanzado a la construcción de las estructuras partidistas, previo borrado de la horizontalidad del 15M.

Si la ventana de oportunidades se abrió con la crisis del capitalismo, junto a cambios en el sistema político como el hundimiento de la socialdemocracia representada por el PSOE, o un nuevo marco de relaciones internacionales que, especialmente desde la UE y Alemania, ha impuesto no sólo la pérdida de la soberanía monetaria y fiscal, sino el cambio constitucional del artículo 135 y, lo que es más importante, un marco internacional que tiende a superar al Estado como forma de organización social, en tanto que el poder del capital internacional: fondos de inversiones, especulación financiera y urbanística, la búsqueda de nuevas fuentes de rentabilidad ha llevado a tratados como TTiP o muchos otros, que ya durante el proceso de integración europea han socavado el poder de los Estados para regular los flujos de capitales, junto a otros problemas como los procesos migratorios, la desindustrialización y la aparición de riesgos derivados del poder de los mercados, amenazas internaciones respecto al sector energético y medioambiental.

En un contexto semejante, en el que el Estado ha sido víctima de la rapiña del modelo neoliberal, que ha buscado “nuevas oportunidades de mercado” en servicios públicos como la salud y la educación. Pero nos referimos a la globalidad del contexto, Podemos sigue apostados por “otra Unión Europea”, sin entender que el euro fue la forma de introducir del neoliberalismo en los países del sur, y que la Unión Europea carece de un proyecto de identidad europea que integre las diferentes nacionalidades, habiéndose constituido como un proyecto que ha fracaso y que presenta, al mismo tiempo, el riesgo de que la clase trabajadora busque la identidad en las naciones. Como ejemplo, podríamos mencionar al Frente Nacional de Le Pen. El nacionalismo gaullista ya fue un freno para el proceso de integración regional, y Francia podría avanzar con la victoria de Le Pen hacia un Estado aun más autoritario, represor y racista que podría traer graves consecuencias en Europa.

Los dirigentes de Podemos han capitaneado a la formación, inscrita ahora en el sistema de partidos siguiendo la normatividad de los partidos del Estado español. Debemos preguntarnos por las consecuencias de cerrar los círculos, al haberlos despojado de su poder y autonomía desde la base. Las iniciativas y el poder se concentran ahora en una pequeña dirección, y la herencia del 15M se ha traicionado, no tanto en la creación de estructuras partidistas y horizontales, sino en la institucionalización del movimiento social.

Desde la ciencia política, diversos autores del paradigma pluralista y marxista han insistido en la importancia de los movimientos sociales, y si el 15M abrió la llamada ventana de oportunidades políticas; esto es, cuando es posible que un actor lleve a cabo un salto cualitativo, como Podemos entrando en el sistema de partidos, sin un esfuerzo excesivo que hubiera impedido tal entrada. La crisis del PSOE podría, con el tiempo y si Podemos es capaz de llegar a los votantes mayoritarios del PSOE, concentrados en la franja de clase obrera, de edad media, proveniente del mundo rural y con una formación académica escasa, empleándose en trabajos poco cualificados o mandos intermedios. Si estos potenciales votantes abandonan el PSOE, el partido podría seguir la senda de desaparición gradual emprendida por el PASOK griego, o la crisis que azotó al social-liberalismo francés.

Según Pablo Iglesias, Errejón, Monedero y otros ideólogos de Podemos, la ventana de oportunidades pareció abierta a la formación de mayorías electorales con una vocación nacional – popular, que contuvieran en el horizonte medidas más rupturistas con el capital, quizás mediante la integración regional con Grecia, si gobierna Syriza, y otros países del sur de Europa. La estrategia neoliberal y los flujos incontrolables del capital, aparejados a los procesos sociales de empobrecimiento y pérdida de rentas y de calidad de vida por parte de la mayoría social, sin embargo, cuenta con el poder de los aparatos del Estado y de los efectos de la globalización, que ha puesto sobre la mesa la capacidad del sistema capitalista para perpetuarse, aun a costa de reformas.

Sin duda, esta estrategia parece bastante acertada en el sentido de que clase trabajadora, a la que se han unido otros actores oprimidos como las feministas y los ecologistas, reclaman al Estado. En su defensa, la mayoría no recurre a la Unión Europea sino al Estado español, y el grado de conciencia no alcanza, como sugiere en algunas intervenciones Pablo Iglesias, a tomar las fábricas, a organizarse en asambleas a las puertas del hospital, o concebir nuevos modos de producción. El Estado es uno de los principales medios por los que la clase dominante y el capitalismo se reproducen, y nos encontramos con que la mayoría reclama al Estado en busca de protección, de identidad y de sujeción.

Pero los individuos que nacen en el Estado capitalista, ya nunca vuelven a ser individuos más que en el momento de su nacimiento. Este argumento pertenece al análisis estructuralista de Althusser, que explica la construcción de los sujetos dando una importancia un tanto excesiva a la estructura, por encima de la actuación. Según las premisas de Althusser, ninguna persona podría ya ser libre, a pesar de que actuara al margen de las ideas dominantes que hubiera recibido a lo largo de su vida. Desde que nacemos, el Estado nos asigna una identidad y nos sujeta a una serie de normativas, en el sentido legal nos disgrega como sujetos jurídicos distintos parcelando así nuestras aspiraciones colectivas, y prácticas que tienen lugar en un concepto clave como el Aparatos Ideológicos del Estado. Desde la familia, la religión, el trabajo y los aparatos sindicales, partidistas, culturales, hasta la escuela o el hospital, la ideología dominante se despliega por doquier embullándonos en ideas y prácticas que perpetúan al sistema.

Los aparatos de Estado, la renta básica y la lucha hegemónica.

Ante este análisis, las organizaciones de izquierda carecen de la posibilidad de romper la hegemonía, para empezar con el concepto de autoridad y las formas en que está constituida la propia sociedad, en sujetos parcializados, fragmentados y repletos de contradicciones; por una parte, la represión que desde la más tierna infancia tienen la sexualidad, así como la censura y exclusión de todo lo que difiera con el patrón dominante, esto es, aquellos que se ajusta a los intereses reproductivos del sistema, ya hablemos de un aula de colegio, de una empresa en que los jefes tratan de enfrentar entre sí a los trabajadores, por ejemplo, o en el uso del lenguaje cotidiano.

Podría objetarse que, para la revolución, sería necesario un nuevo modo de producción, pero las dinámicas de transformación social, tal y como señalan autores como Bob Jessop, superan con amplitud a las relaciones de producción y al mundo del trabajo, aun más cuando millones de personas permanecen desempleadas, sin encontrar apenas marcos enmarcadoras que sean eficaces, ni tampoco canales de movilización, pero oprimidos y oprimidas igualmente.

Nos preguntamos qué ideas tienen el equipo de Iglesias y el resto de ideólogos respecto a la politización de nuevos espacios, cuando se han plegado a las exigencias del sistema de partidos del régimen, acabando con la horizontalidad y los derechos democráticos como la construcción de corrientes internas. Como militante anticapitalista, no he participado en la creación de Podemos porque he considerado que, pese a la buena voluntad de algun@ de sus integrantes, acabaría inscribiéndose en los aparatos del Estado, dificultando la acción social impulsada desde el 15M al institucionalizar las demandas y crear ilusión en torno a las posibilidades de las instituciones burguesas.

Por tanto, Podemos juega el papel que el sistema de partidos quiere que juegue, y las leyes de competición incluyen la democracia de audiencias, en la que los medios de comunicación aumentan si cabe su influencia en la formación de la opinión pública. Experiencias históricas como el SPD alemán, el Frente Amplio de Uruguay, Ecuador y el gobierno de Correa, por citar algunas, han demostrado la imposibilidad de romper con el capitalismo cuando la vida de la organización y todos los intereses, incluidos los de las burocracias, dependen de la inscripción en una serie de aparatos, suscribiendo normas que dificultan las reformas en países como Venezuela, que encontró en el ALBA un proyecto de integración regional que podría ser emulado entre los Estados griego y español, pero que permanece repleto de contradicciones.

La competición electoral, siguiendo la teoría del votante mediando que tanto han comprendido los dirigentes de Podemos, obliga a girar al centro para conquistar a la mayoría de electores. En tal caso, medidas como la renta básica universal carecen de atractivo en las elecciones, con que han desparecido del documento económico de la formación, redactado por dos socialdemócratas como Navarro y Torres que siguen apostando por el crecimiento económico y las fórmulas keynesianas, lo que sin duda llevaría a la catástrofe en el largo plazo, dado el ataque a la tierra y a los recursos naturales, con los riesgos de seguridad que conlleva y el carácter multilateral del crecimiento económico. Los países del sur y de oriente pagan las consecuencias del derroche de Occidente, la crisis alimentaria y los flujos migratorios que provocan este modelo de expolio y de opresión, en que los salarios y las condiciones esclavistas imperan. No se puede seguir apostando por volver a ritmos anteriores a la crisis, porque es imposible. Uno de los múltiples factores podría ser que la tecnología está sustituyendo al trabajo, en Occidente.

La propuesta más interesante de Podemos, en este sentido, era la renta básica universal, porque ponía en jaque a la ideología del trabajo. Todo el trabajo social, las labores domésticas, las actividades artísticas y culturales, son excluidos del mundo del trabajo. Si la competición entre las empresas sigue su curso, acabarán surgiendo nuevas formas de acumulación de capital ficticio, y más importante, irrumpirá un nuevo de producción basado, sin duda, en la revolución tecnológica y en formas productivas que superen el concepto de trabajo asalariado, automatizando los procesos hasta el punto que las máquinas y robots podrían repararse a sí mismos. Ante esta perspectiva, el trabajo asalariado desaparecería entrando, a su vez, en contradicciones con otras formas de organización del trabajo. Desde una perspectiva de autores como Marcuse, el progreso tecnológico permitiría emplear un tiempo cada vez mayor en el placer, la cultura y el trabajo entendido como contribución social, como podrían ser el arte y la educación libertaria, de modo que la jornada laboral se reduciría y por fin podríamos dar rienda suelta a Eros, hasta ahora presa de Thánatos y del trabajo penoso, triste, cargante.

Como comentábamos antes, la inscripción en los aparatos del Estado conlleva un precio a pagar. Y la renta básica ha desaparecido del programa económico de Podemos, igual que se han derechizado en cuestiones como la jubilación, de modo que la organización retiene una serie de medidas básicas orientas desde las reclamaciones que la mayoría social hace al Estado y que consiste, en líneas generales, en la recuperación de los servicios públicos y de la protección del Estado del Bienestar que, por los años anteriores a la crisis, se encontraba aun en formación en el Estado español, con reformas como el cuidado a las personas dependientes que ampliaban el marco de actuación de las políticas sociales. Pero debemos preguntarnos por la trampa que supone que, por una parte, la mayoría de la población desee volver a los tiempos anteriores a la crisis, cuando el Estado suponía un colchón de protección y el crecimiento económico suponía uno de los velos tendidos sobre la falsa paz social. Es decir, si la irrupción de Podemos abre una ventana de oportunidades ¿Qué podría cerrarla? Desde los argumentos que hemos planteado, quizás mejor preguntarnos qué mantendría la ventana de oportunidades abierta.