Cómo cambian los vientos,
así como las voluntades,
sólo tontos tienen por ciertos
de entre cientos, sus verdades.
Cómo ahogan, con fundamentos,
algunos, sus debilidades,
como ahogan, en cambio, atentos,
a los violentos y a pusilánimes.
Y más se parecen estos,
a aquellos, en infelicidades,
de lo que ambos están dispuestos
a compartir, de sus dos mitades.
La una es un lobo hambriento,
la otra, no lo sabe nadie,
pues es el desconocimiento
de uno, el que enreda el baile.
Y esgrimo como argumento,
del cuento, que para explicarme,
o empiezo por el verbo en yo,
o miento, pues no hay más nadie.