Pintando aquellos extraños dinosaurios, dragones y la colección entera de coches de carrera, le sorprendió el estremecedor bombardeo. La guerra había estallado, tal como se lo explicaron el día anterior; y sabiendo que no era un juego tenía que salir inmediatamente de la casa.
Una vez a salvo en el refugio, todos lloraban, incluso sus padres, porque habían tenido que dejarlo todo. Pero él no, a él no le faltaba nada. Todo estaba dibujado en la pequeña libreta gris que llevaba en el bolsillo de su pantalón.