Poema al amor trágico
Víctor Atobas
A Sara Barreiro
Sara:
siempre te hablo
de que fui tocado por Dios
a la salida del Artesanos
cuando nuestras manos se entrelazaron
y acariciaron la verde hierba del firmamento.
Sara:
nunca hablas del regimiento contra el que guerreamos
pero sabes bien que luchamos
contra quienes deseaban anochecernos,
besándonos en los muros del cubo azul
logramos fundir los barrotes de noche y gris
y bailar ritmando nuestras distancias
–ahora más cerca más cerca,
o un poco más lejos, para no pasarnos.
Tu amor fue entonces luciernagal de astral esperanza
tu boca música de niña dulce andanza
tu cuerpo mi órbita rúbica.
Nuestro error consistió en que, sabiéndonos tan diferentes,
nos mudamos al agujero negro de la torre
y los ritmos de nuestras distancias fueron absorbidos
por pozos hundidos en aullidos de amarre conyugal
–santo matrimonio por la iglesia.
En aquellos momentos nos encontramos demasiado próximos:
nos cegamos los ojos con agrios romos,
nos dañamos el uno al otro con desesperas cónyuges
y lúgubres costumbres de mutua incomprensión.
Ahora que ha pasado tiempo desde nos divorciamos
sé que nos hallamos en un lugar que nos permite observar
a dos almas cómplices
que nunca dejarán de amarse en la distancia.
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