Navidad en guerrilla contra la trágala patriarcal
Víctor Atobas
Incienso
oro
mirra
lomo cerviz apremio
manso buey
en el pesebre pajar
apóstol corderito
de lana fundida hace ya eones
sobre los derruidos torreones de familiares amores
mal aprendidos;
maldigo la natividad de mi estampa
en estas fechas trágala nodriza
enyugo de cuentas
regaderas júnjumas de agria uva:
mi madre nunca aprendió lo más difícil
–no eres así hijo
no eres así.
Por qué
por qué habría de sorber
tiras de puré laminado
en tiramisú de zunco de brea,
si puedo amar como un niño:
estas navidades,
además de perderme en el castillo de Hogwarts
y aprender de la susana mágica
sin el requerimiento de un solo suspiro,
quiero invocar la tormenta eléctrica de estasi
danzando lluvia con el vientre sobre la estera
de los nubarrones grises;
estas navidades
quiero animar la dulzura de los resplandores
de la perlada luz que paula en la pintura
cuando la vida se abre paso
y los ramalazos de cuarzo
se diluyen en el brochazo del olvido.
Amigas mías:
sabéis cómo es la escama
del pescado dorado
en ávila de fogón muralla,
escama que se escarpa
con las raspas del calcinado sorgo;
pero acaso
acaso os habéis preguntado
cuántos congeladores
cuántos anzuelos
cuántos plomos
cuántas moscas
cuántas cañas
cuántas lombrices
cuántas cancelas
cuántas rejillas
cuántos pajes
cuántas cubas
cuántas fábricas
cuántas ostras engrisaderas
cuántas enredaderas de suspiros
cuántas escupideras de maderos
disfrazados de gratos vecinos
cuántas amenazas rociadas
sobre la espuma de la coleta en el mar
cuántas
–estasi no anda por el pueblo
no preguntes más por ella
que estoy empezando a cansarme de ti
cuántos
–deja de hablar con paula
no sabes las ganas
que tengo de pegarte un guantazo atobas
cuántos
–sé donde vives
cuántas
cuántas aplicaciones de mensajería
en ejecución múltiple de lanzadas
violaciones de intimidad
cuántos
cuántos WhatsApp con el candado burlado
cuántas
cuántas bajezas desprovistas de disimulo
cuántos
cuántos cepos vertidos
en las rutas de la belleza
cuántos
cuántos conocidos vestidos con chaquetas metálicas
espían desde los júnjumos regimientos
cristianos a todas horas;
acaso os habéis preguntado
cuánto
cuánto estasi
cuánto dime paula
cuánto pueblo
trata de cerrar las calles
a nuestra amistad.
Estas navidades
me aferraré al asidero de todas las oquedades
que puedan albergar una fuente de fiebre de vida
para invitaros a una fiesta en la zona secreta
de mi luciernagal más alto
más cálido
más íntimo,
donde os mostraré mi fascinación por vuestras alas;
pues, entonces,
entonces habréis abierto de nuevo
las calles del pueblo.
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Otros poemas de Víctor Atobas:
El filósofo de la cardeña contra la ostra de la vampiresa
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