(Imagen generada con IA)
Ágata
Víctor Atobas
I
Soporta la coleta
el peso del yunque de cizalla
hasta que la quincalla del oscuro sorgo
llega a cubrir la rósea talla del cultivo de los mares;
ágata luciérnaga apágala y no ilumines
el coral de la pregunta.
Ágata
ágata geoda
ágata ámbar
ágata ópalo
ágata rubí
ágata gadea
ágata quisiera que mi nombre sonara
ágata amatista
ágata engasto piedra preciosa
en el trazo de mi mano desatada
anhelando alcanzar el tacto de una perlada joven.
Ágata
ágata aliento el velero con el viento de la isla ágata
donde arrima ágata arrecia tifón tropical
del habla luciernagal sin pudor ante el amor por los hombres
sin pudor ante la locura por las muchachas
tan hermosas fuera de las conchas…
II
En la onda girasol de vaivén nocturno
el rostro de la joven de la perla
irradia perpleja la duda bañada en turquesa;
ágata manacor se ha despegado de mi tono
y mi voz suena como el plomo del hombre júnjumo;
ella no puede sostener mis palabras
ni tampoco las suyas
de modo que aparta la mirada
se calla y adentra en la pantalla,
hasta que, al fin, comprende
que se trata del desgaste
el desgaste que toda mujer padece también
algunas veces en su vida;
esas veces
con erupciones rellenas de yerto cereal
sobre la piel de la mano
en que es empujada a engastar sorgo como un macho.
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