(Imagen generada con IA)
La adoración de la niña eléctrica
Víctor Atobas
Agria riccia
hojarasca de tallos
con el cuajo desprovisto
de la fresca salsa de provenza
hierba casco
interceptor
tarro corcel
neoliberal cebado
con las carniceras chuletas
de la lección de anatomía de la anubia
en acuario de santuario intermitente
dejo
cronómetro
contemplando el vuelo
de mis queridos peces mollys
antes,
tic,
de volver la mirada,
tac,
y ver, sobre la amarilleada
pared de oscura loma,
carteles del escenario de un ángel muerto
y postales in utero
novario de seatel roto:
¿cómo puedo chutarme en el pecho
cascabel escudo de soma idolatría
a un adicto al zunco abismo como kurt cobain, joder:
no habré equivocado los puntos del bolígrafo
de las columnas del templo del fanatismo?
Ya rompí hielo de nirvana
con fe luciernagal:
ya no echo de menos la aparente seguridad
de la franela encuadernada en frío
ni el calor teñido con bufanda de betún
en sombrío ropaje de buda
y de cobain.
Ahora te adoro a ti, niña eléctrica:
tormenta pura,
estabas soltando chispas, ¿lo recuerdas?
quemabas los convertidores
de la engrisadera toma de tierra ostra,
apuntando los imantados valles
de tus largas piernas
hacia el fascinado gesto de mi cuerpo;
entonces me dijiste tu nombre
y entendí mal:
te pregunté si te decían
como el apodo de una droga
y entonces te caíste de la bancada,
te doblaste
enteramente
la estatura de tu casa blanca mora se arqueó
en una risa sin igual
y entonces supe que no me había equivocado;
el apodo de esa droga
te venía al guante,
tal y como tú misma
me lo confirmaste más tarde
confesándome tus alegres planes
para alcanzar rayo
y trueno.
Si piensas que alguna vez olvidaré
que me abrazaste para arrojarme al agua
de la perlada cardeña
empujándome la arena de la playa
hasta la ola de rubí en plena euforia
es porque nunca has escuchado qué alegre suenas,
niña eléctrica, qué bella
mientras irrumpes con tu tormenta
en el templo
de mi renovada adoración.
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